La ciudad de Bello Horizonte, escenario del partido entre Brasil y Uruguay por la semifinal de la Copa Confederaciones, de 2,4 millones de habitantes, amaneció con poca gente en las calles, con comercios y bancos cerrados -en muchos casos protegidos por vallas policiales- y ocupada por policías, bomberos y agentes de la Fuerza Nacional de Seguridad. A pesar del problema que vive el pueblo de Brasil, que se manifiesta en las calles con protestas, marchas y encuentros violentos con la policía, el fútbol sigue.
Según la gobernación del estado de Minas Gerais, el esquema de seguridad para el partido moviliza a 5500 efectivos de la policía militarizada, que se suman a 160 oficiales de la Fuerza Nacional de Seguridad encargados de proteger las inmediaciones del estadio Mineirao. Además, unos mil soldados del Ejército están en estado de alerta y podrán intervenir en caso de que haya disturbios graves durante la protesta convocada por el Movimineto Pase Libre.
El gobernador del estado, Antonio Anastasia, se reunió anoche con miembros de uno de los grupos que organizan las protestas contra la corrupción, los millonarios gastos públicos para organizar la Copa Confederaciones y el Mundial y en demanda de más inversiones en servicios esenciales de salud, educación y transporte público. El encuentro con representantes del Comité Popular de Afectados por la Copa (Copac) analizó medidas para evitar que se repitan los disturbios del sábado pasado, cuando una protesta que reunió a 60.000 personas durante el partido entre México y Japón y terminó con 37 heridos -entre ellos diez policías-, 32 detenidos y varios comercios y bancos destruidos por actos de vandalismo.
Según informaron voceros de la gobernación, el grupo se comprometió a no intentar cruzar el límite de la "zona de exclusión" armada por la FIFA alrededor del estadio, mientras que Anastasia aseguró que la policía no reprimirá a los manifestantes, salvo en caso de agresión a sus agentes.
Los intentos de evitar incidentes de violencia, sin embargo, no parecieron convencer a la población, ya que la ciudad amaneció con comercios, bancos y universidades cerradas y con poca gente en la calle pese al feriado dictado por la Municipalidad.
Los hinchas y la legión de periodistas que realizan la cobertura de la Copa Confederaciones trataron de desplazarse al estadio desde las primeras horas de mañana, como medida preventiva en caso de que el acceso al Mineirao fuese cerrado por los manifestantes.
El secretario de Seguridad Pública de Minas Gerais, Airton Michels, afirmó que una de las prioridades de las autoridades locales es la de asegurar el acceso al estadio, tanto por parte del público y de la prensa como -y principalmente- de los equipos de Brasil y Uruguay. "Vamos a garantizar la llegada y el retorno de las delegaciones. Sería el peor de los mundos si las delegaciones no llegan", expresó.
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